lunes, 23 de julio de 2012

1. La primera cita

Esa misma tarde quedé con Eleazar, un chico moreno de dieciséis años de edad, pelo castaño y ojos marrones; a las ocho de la tarde en la puerta principal del recinto ferial. Pero como vivíamos cerca el uno del otro y teníamos una parada de autobús que nos pillaba igual de bien a ambos, quedamos a las ocho menos cuarto en la misma. Cuando llegaron las seis de la tarde empecé a arreglarme, ya que no me podía permitir llegar tarde en mi primera cita.
Como mi hermana mayor –Kate– tenía mucha más ropa que yo, le cogí "prestados" unos zapatos de tacón negros y un elegante vestido del mismo color. Después me depilé las piernas, me maquillé y me peiné rápidamente para estar lista antes de las siete y media. Y así fue, a las siete y cuarto ya había acabado; así que tuve un cuarto de hora para prepararme mental y físicamente.
Cuando llegué a la parada, estaba Eleazar esperándome con un elegante smoking negro, una deslumbrante camisa blanca y una corbata a juego.
–Estás despampanante –me dijo Eleazar con cara de asombro.
–Muchas gracias, ¿llevas mucho tiempo esperando?
–El necesario –me contestó con una de sus sonrisas torcidas.
Después esperamos al autobús sentados en la parada, hablando de todo un poco. Tardó unos diez minutos, pero al fin llegó y nos sentamos ––en la parte trasera, of course––.
En la siguiente parada se montaron unos conocidos de Eleazar; Garrett y Peter. Dio la casualidad de que también iban a la feria, pero Eleazar les pidió que no nos acompañaran, ya que quería estar a solas conmigo.
–Qué majo –susurré en voz baja.
Cuando llegamos al recinto ferial, nos bajamos del autobús, fuimos hacia la puerta principal y Eleazar fue corriendo hacia el Top Spin.
–Emma, ¿empezamos por aquí?
–Pero ahí te ponen boca abajo... ¿Qué tal si empezamos por algo menos fuerte, como el Saltamontes? ––le dije aterrorizada. Él me sonrió, pero me dijo que no con la cabeza.
–¡Nada de eso!, no tengas miedo que no pasará nada. Tú sólo limítate a relajarte y a pasarlo bien –Yo asentí.
Cuando nos sentamos –en primera fila– me puse tan nerviosa que me dieron ganas de levantarme e irme corriendo, pero él me vio las intenciones y me puso la mano en el hombro.
–Tranquila –me susurró.
Cuando se cerraron los arneses me relajé bastante, ya que uno de mis miedos era que no se me cerrara bien. Total, que primero empezó hacia adelante, luego hacia atrás... y luego se puso boca abajo.
–¡Ah! -grité desesperadamente al creer que me caía. Esa sensación era increíble. Parecía que te ibas a comer el suelo... increíble.
Cuando nos bajamos, yo estaba un poco mareada pero él estaba eufórico.
Después de darnos un garbeo por toda la zona de las atracciones, fuimos hacia las casetas. Allí, me cogió de la mano y me llevó hasta una tarima, ya que según él es mejor bailar ahí arriba. Y llevaba razón, porque yo –que no me gusta mucho bailar– bailé como nunca. Sobretodo cuando empezó a sonar el single de Michel Teló: Ai Se Eu Te Pego. Pero cuando nos cansamos, fuimos a la barra a comprar bebidas. Eleazar se compró un vaso de Limoncello, mientras que yo me compré un elegante mojito.
Cuando nos las dieron, nos salimos de la caseta y empezamos a liarnos.
–Em, te quiero. ¿Quieres ponerte conmigo? –me propuso tímidamente.
No me gustaba mucho que me llamaran Em, pero lo tomaba como un diminutivo cariñoso. Yo también quería a Eleazar, pero era el típico tío popular que se llevaba a todas las chicas con él; y lo tomaba por imposible.
Sí, ¡sí quiero! le dije con una sonrisa de oreja a oreja.

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