martes, 24 de julio de 2012

2. Voluble

Deberíamos irnos ya le propuseel autobús viene a las doce y media y son las doce y veinticinco.
Bueno vale, pero déjame que me pida una caipirinha y me la bebo por el camino– me dijo Eleazar.
Vamos, ¿no has bebido mucho ya?
No.
De acuerdo, pero date prisa que como perdamos el bus llegamos tarde a casa.
Yo no le acompañé, le dije que le esperaría en la parada de autobús y que si venía el bus lo llamaría rápidamente al móvil para que viniera corriendo. Y así fue.
Al llegar a casa, escribí en mi diario, como era natural:
Querido diario: ¡tengo novio! Se llama Eleazar. Pero algo falla, no sé exactamente el qué. Pienso que no soy lo suficientemente buena para él, pero eso se verá con el tiempo. [...]
Entonces, cerré el diario y me acosté en la cama, rezando para que mi madre no hubiera apagado el Wi-Fi y así poder meterme en el Whatsapp. Cogí el móvil ágilmente para ahorrarme el tener que levantarme de la cama, y miré rápidamente el Wi-Fi.
Mierda susurré para mis adentros Ningún WLAN_7593.
A la mañana siguiente, en clase de Sociales, me dijo Bella:
Eh, Emma, pásale esta carta a Charlotte.
¿De quién es?
De Eleazar.
Yo puse mala cara, y sin que nadie me viera, abrí la carta y la leí.
Lotte, ayer le dije a Emma que la quería, jajaja. Me dio hasta pena; teníaque haberle visto la cara de alegría. Espero tu respuesta. Te quiero, Eleazar.
Me enfadé tanto que le pegué una patada a la mesa y toda la clase se volvió para mirarme.
Cariño, ¿qué pasa? me preguntó Eleazar con cara chistosa; y, junto con media clase, se empezó a reír entre dientes.
Nada dije con voz tenue. Entonces, seguí haciendo los ejercicios.
Cuando sonó el timbre del recreo, me levanté rápidamente de la silla y fui a buscar a Jane y a Rikki, mis mejores amigas, para contarles lo que había pasado.
¡Jane!, tengo que hablar contigo.
¿Qué ocurre?
Ayer, Eleazar me pidió que me pusiera con él le conté, con tristeza y le dije que sí. Pero hoy en clase de Sociales, él le envió una carta a Charlotte diciéndole que ayer me mintió y que en realidad la quiere a ella.
¿En serio? me preguntó horrorizada. Vamos a llamar a Rikki ahora mismo, se lo cuentas y vamos a hablar con Eleazar. Yo asentí.
Entonces, fuimos al enorme patio de suelo granate y buscamos a Rikki. Estaba sentada en las escaleras con Stefan, su novio; y cuando se lo contamos se quedaron petrificados.
¿En serio? me respondieron los dos a la vez.
Eso mismo me dijo Jane le dije con cara de asombro.
Fuimos los cuatro a buscar a Eleazar, y cuando lo encontramos, Stefan empezó a gritarle y a decirle que era un subnormal por jugar con los sentimientos de los demás.
Esa noche, volví a escribir en el diario lo que me había pasado durante el día, y justo cuando iba a terminar, suena el teléfono.
¿Emma? preguntó una voz aguda.
Sí, ¿quién es?
Hola, Emma. Soy Charlotte.
Ah, qué bien –le dije con ironía.
Emma, sólo quería decirte que Eleazar no es mi novio, y que el hecho de que haya cortado contigo no es por mi culpa.
¿Que él ha cortado conmigo?, ¿pero qué dices? le salté, furiosa. Leí la carta que te envió en clase y yo misma corté con él. Bueno, ni siquiera llegamos a ser novios.
Dí lo que quieras.
Adiós.
Puse los ojos en blanco y le colgué el teléfono. Lotte nunca llamaba a nadie amablemente, ¿por qué? Ah, ya sé, porque no sabe...

lunes, 23 de julio de 2012

1. La primera cita

Esa misma tarde quedé con Eleazar, un chico moreno de dieciséis años de edad, pelo castaño y ojos marrones; a las ocho de la tarde en la puerta principal del recinto ferial. Pero como vivíamos cerca el uno del otro y teníamos una parada de autobús que nos pillaba igual de bien a ambos, quedamos a las ocho menos cuarto en la misma. Cuando llegaron las seis de la tarde empecé a arreglarme, ya que no me podía permitir llegar tarde en mi primera cita.
Como mi hermana mayor –Kate– tenía mucha más ropa que yo, le cogí "prestados" unos zapatos de tacón negros y un elegante vestido del mismo color. Después me depilé las piernas, me maquillé y me peiné rápidamente para estar lista antes de las siete y media. Y así fue, a las siete y cuarto ya había acabado; así que tuve un cuarto de hora para prepararme mental y físicamente.
Cuando llegué a la parada, estaba Eleazar esperándome con un elegante smoking negro, una deslumbrante camisa blanca y una corbata a juego.
–Estás despampanante –me dijo Eleazar con cara de asombro.
–Muchas gracias, ¿llevas mucho tiempo esperando?
–El necesario –me contestó con una de sus sonrisas torcidas.
Después esperamos al autobús sentados en la parada, hablando de todo un poco. Tardó unos diez minutos, pero al fin llegó y nos sentamos ––en la parte trasera, of course––.
En la siguiente parada se montaron unos conocidos de Eleazar; Garrett y Peter. Dio la casualidad de que también iban a la feria, pero Eleazar les pidió que no nos acompañaran, ya que quería estar a solas conmigo.
–Qué majo –susurré en voz baja.
Cuando llegamos al recinto ferial, nos bajamos del autobús, fuimos hacia la puerta principal y Eleazar fue corriendo hacia el Top Spin.
–Emma, ¿empezamos por aquí?
–Pero ahí te ponen boca abajo... ¿Qué tal si empezamos por algo menos fuerte, como el Saltamontes? ––le dije aterrorizada. Él me sonrió, pero me dijo que no con la cabeza.
–¡Nada de eso!, no tengas miedo que no pasará nada. Tú sólo limítate a relajarte y a pasarlo bien –Yo asentí.
Cuando nos sentamos –en primera fila– me puse tan nerviosa que me dieron ganas de levantarme e irme corriendo, pero él me vio las intenciones y me puso la mano en el hombro.
–Tranquila –me susurró.
Cuando se cerraron los arneses me relajé bastante, ya que uno de mis miedos era que no se me cerrara bien. Total, que primero empezó hacia adelante, luego hacia atrás... y luego se puso boca abajo.
–¡Ah! -grité desesperadamente al creer que me caía. Esa sensación era increíble. Parecía que te ibas a comer el suelo... increíble.
Cuando nos bajamos, yo estaba un poco mareada pero él estaba eufórico.
Después de darnos un garbeo por toda la zona de las atracciones, fuimos hacia las casetas. Allí, me cogió de la mano y me llevó hasta una tarima, ya que según él es mejor bailar ahí arriba. Y llevaba razón, porque yo –que no me gusta mucho bailar– bailé como nunca. Sobretodo cuando empezó a sonar el single de Michel Teló: Ai Se Eu Te Pego. Pero cuando nos cansamos, fuimos a la barra a comprar bebidas. Eleazar se compró un vaso de Limoncello, mientras que yo me compré un elegante mojito.
Cuando nos las dieron, nos salimos de la caseta y empezamos a liarnos.
–Em, te quiero. ¿Quieres ponerte conmigo? –me propuso tímidamente.
No me gustaba mucho que me llamaran Em, pero lo tomaba como un diminutivo cariñoso. Yo también quería a Eleazar, pero era el típico tío popular que se llevaba a todas las chicas con él; y lo tomaba por imposible.
Sí, ¡sí quiero! le dije con una sonrisa de oreja a oreja.